CONTAMINACIÓN AMBIENTAL, ECOLOGÍA Y CAPITALISMO.
Estamos acostumbrados a asistir a acalorados debates en los cuales la depredación de las especies y la contaminación ambiental se señalan como consecuencia directa de la "irracional explotación de los recursos naturales" por parte de los particulares, basados en su afán de lucro, cuando no directamente se le achaca lisa y llanamente al progreso en general.
Se dice "irracional" en razón de que dicho proceso implica un acelerado consumo de los recursos o una rápida degradación de los mismos.
Sin embargo la presencia de este fenómeno revela claramente lo siguiente:
1) Que no existen procesos de mercado que permitan una adecuada asignación de los recursos.
2) Indefinición en los derechos de propiedad.
El problema señalado como Nº 1 deriva de la adulteración del tablero de señales que representan los precios (a estos efectos tomamos la tasa de interés como un precio más). Los precios máximos y precios mínimos, subsidios, alta tasa de fiscalidad, inflación, gasto público creciente y en áreas extrafiscales, representan típica intervención que distorsiona la tasa de interés y con ella la estructura de precios toda.
Esto a su vez determina un acelerado y progresivo consumo de factores (aquellos donde los precios son fijados artificialmente por debajo del precio de mercado o directamente son inexistentes como en el caso de los llamados "bienes públicos").
Entre las múltiples funciones del precio, hay una que se revela como fundamental o prioritaria: la de señalar cuando un determinado bien resulta escaso o abundante. En el primer caso tendremos un precio de mercado elevado, en el segundo, el precio de mercado será reducido (ceteris paribus). En el primer caso la comunidad tenderá a economizar el bien de precio de mercado más elevado y se estimulará el consumo de los bienes cuyo precio de mercado es menor.
Para que esto ocurra resulta indispensable asignar derechos de propiedad a los distintos factores de producción (nuestro problema Nº 2). Caso contrario devendría imposible determinar cuales bienes son escasos y cuáles abundantes. Sin propiedad privada, todos los bienes aparecerían como abundantes, sus precios caerían o desaparecerían y serían ipso facto consumidos por el resto de la comunidad, desapareciendo velozmente del mercado.
De allí que una de las funciones más importantes de la propiedad privada es evitar el consumo excesivo y la consiguiente desaparición de los recursos económicos (incluyendo, desde luego, los recursos naturales).
Tiene la propiedad privada una doble función: la primera queda señalada (evitar el sobreconsumo) y la segunda es hacer abundantes los escasos recursos. Una función lleva a la otra yendo ambas de la mano.
Es que solamente puede evitarse el sobreconsumo a través de la producción del bien cuya cantidad (o cuantía) se encuentra amenazada.
Ello está asegurado en la medida que el afán de lucro moviliza a los propietarios a fin de hacer rendir el máximo provecho posible a su propiedad. A su vez el afán de lucro surge precisamente de su condición de propietarios.
Por ello mantener indefinidos o no adecuadamente definidos los derechos de propiedad (situación típica de los hoy llamados recursos naturales) conlleva, ineluctablemente, al sobreconsumo, es decir, despilfarro y malasignación de tales recursos.
Así aparecen los problemas que erróneamente se le achacan al capitalismo: depredación de especies animales y vegetales, contaminación ambiental, etc., y que curiosamente, no solamente no son provocados por políticas de mercado sino que son causados por la ausencia de tales políticas.
El mercado y la propiedad privada (inseparables una de la otra) imponen rígidos y estrictos límites a toda actividad contaminante o depredatoria. Adecuadamente definidos los derechos de propiedad de los recursos naturales quedará en el propio interés del propietario la preservación de los mismos. Caso contrario deberá soportar costos gravosos que no tardarían en convertirse en importantes pérdidas.
Si hay violación a esos derechos de propiedad, adecuadamente definidos a través de la legislación, es tarea de la Justicia restablecer las cosas a su antiguo orden. Pero más allá de "cómo" funcione esa justicia (con mayor o menor eficiencia) resulta indispensable que esos derechos de propiedad se encuentren claramente definidos y especificados en los cuerpos normativos.
No hay mayor interés de preservación que el del propietario privado mismo. Nadie arroja colillas encendidas de cigarrillo en la alfombra de su living room ni, mucho menos, prende fuego a su casa ni siquiera por descuido.
La propiedad "pública" implica costos dispersos y difusos que al no ser internalizados por ningún sujeto específico (propietario privado) recaen sobre el conjunto de la comunidad contribuyendo al degradamiento (despilfarro de capital) y al acelerado consumo de los factores (tala de árboles, contaminación, depredación, etc.).
Esa es justamente la razón por la cual a pesar de su elevado consumo como productos alimenticios básicos e industriales no se han extinguido (ni corren peligro alguno de extinción) las vacas, los pollos, las gallinas, los cerdos, los pavos, cabras, ovejas, caballos, etc., y no pasa lo mismo con los elefantes, las ballenas, los lobos marinos, ciertas especies de peces, los visones, los zorros, nutrias, etc. La razón de ello es muy sencilla: sobre el primer grupo de especies se han asignado derechos de propiedad (son bienes privados). La reproducción y cría de dichas especies se encuentra asegurada en el sólo interés del propietario privado, ya que dichas especies constituyen precisamente "su" capital (y el de ningún otro). Mientras sobre el segundo grupo (los elefantes, las ballenas, los lobos marinos, ciertas especies de peces, los visones, los zorros, nutrias, etc.) no se han asignado derechos de propiedad privada, tratándose de bienes "públicos"("propiedad" de todos) con lo cual al ser "todos" dueños, cualquiera puede echar mano de ellos, y tal es lo que ocurre con tigres, nutrias, lobos marinos, visones, peces, zorros, ballenas, etc., siendo justamente este el motivo por el cual dichas especies están amenazadas corriendo peligro de extinción (todos los "dueños" las persiguen).
Lo propio cabe decir del propietario de bosques o parques naturales. En ellos, el propietario particular o privado, no permitiría ninguna tala indiscriminada ya que lo único que conseguiría con la misma sería perjudicarse a sí mismo, disminuyendo abruptamente el valor de su propiedad (descapitalización). Si él mismo talara su bosque sería como el propietario que incendia su casa. El capitalista está siempre interesado en el aumento permanente del valor de su propiedad, no en su disminución (menos aun en su desaparición).
La propiedad implica a su vez, la estricta asignación de niveles de responsabilidad, lo que permite identificar al propietario y determinar su grado de participación y responsabilidad tanto en los beneficios como en los costos. Esto es sumamente importante en los casos de eventos dañosos tales como contaminación ambiental, donde la propiedad privada del recurso contaminante permite identificar claramente al responsable y hacerlo pasible de las acciones judiciales pertinentes a los fines de obtener el resarcimiento indemnizatorio correspondiente.
Como podemos visualizar, el mecanismo de mercado provee de los recursos necesarios y de las respuestas indicadas para la solución de los delicados problemas que presenta el régimen de bienes comunes o también conocido como "bienes públicos".
En relación al tema de este artículo te recomendamos visitar estos links:
Medio ambiente (artículos de El Cato Institute en español)
Alberto BENEGAS LYNCH (h) - Martín KRAUSE; "Proyectos para una Sociedad Abierta"; Editorial Abeledo-Perrot; 2 tomos; Buenos Aires; 1993 el capítulo titulado: ¿EL ESTADO Y EL AMBIENTE SON EL MAL ESTADO DEL AMBIENTE?, pág. 231 en adelante del primer tomo.
Ludwig von MISES. La Acción Humana. Tratado de Economía. Tercera edición revisada. Unión Editorial S.A., Madrid, 1980.
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