POLÍTICA ARGENTINA
ELECCIONES ARGENTINAS DE 1999. PANORAMA ACTUAL.
por Gabriel Boragina
Se avecinan las elecciones de 1999 y el panorama político se presenta sumamente enrarecido. En la Argentina el debate pasa por la personalidad de los candidatos, muy lejos del fundamento filosófico que subyace detrás de sus ideas. Y es en este punto donde precisamente se produce la mayor indiferencia de quienes deberán elegir el próximo gobierno. Un punto recurrente en nuestro país en cada acto eleccionario.
Los debates y las discusiones siguen girando en torno a la personalidad de los principales candidatos. Sus ideas parecen ser de un efecto secundario. Las consignas populistas del Dr. Duhalde, y las no menos populistas de una Alianza que revela un claro desconcierto, sobre todo en temas de política económica, no permiten definir con claridad el rumbo que adoptarán los candidatos con mayores chances.
¿Qué dice la calle?. La gente sigue pensando que tenemos un gobierno de derecha o como se dice neo-liberal o neo-conservador. No resulta fácil explicarle las diferencias existentes entre ambos conceptos que en rigor no tienen ningún significado en el contexto de las actuales políticas económicas en vigencia.
El entorno político argentino vive las vísperas de las elecciones del 99 en un clima de permanente y bulliciosa improvisación.
La falta de ideas que se sustenten en principios probados y el fuerte pragmatismo de los principales referentes políticos no permiten advertir cambios significativos que echen luz sobre los principales problemas que afronta el pueblo argentino.
En lo económico, las propuestas de los partidos y de los candidatos con mayores chances, se mueve hacia un populismo retrogrado que ya ha probado en el pasado sus nefastos efectos. Nuestra esperanza es que la tendencia se revierta y se avance por el camino de las privatizaciones y desregulaciones pendientes. En cuanto a las primeras, se impone su mayor extensión a sectores y rubros aun no alcanzados por ellas.
La nueva onda parece reposar sobre el asistencialismo que se traducirá en mayores erogaciones a nivel estatal lo que agravaría la situación de aquellos a quienes se pretende favorecer.
Los candidatos demuestran una pasmosa cintura política a la hora de establecer alianzas con los que fueron sus enemigos de siempre. Esto en sí mismo, no es ni bueno ni malo, de manera tal que nos soprenden las críticas contínuas que se formulan al respecto. Desde el punto de vista de algunos políticos que sobreponen su ambición por ante los intereses de la mayoría, el objetivo, siempre, tiene el mismo norte: obtener la mayor cantidad posible de votos de modo de asegurar alguna banca, asesoría, subsecretaría, secretaría o ministerio. Todos estos movimientos se encuentran enmarcados por una política cortoplacista miope que ha venido caracterizando a algunos de los principales referentes de la política nacional. Como ya es tradicional en nuestra política, el debate se aleja cada vez mas de las ideas, planes, proyectos, etc. y su viabilidad y se centra, también cada vez más en la simpatía, presencia, prestancia, apariencia, postura y gestilocuacidad de los candidatos.
De mayor importancia que sus ideas, es si el candidato llevó tantas o cuantas personas a su acto, si llenó el estadio, si era el único o había otros oradores además de él, si la escenografía era la adecuada, si el tono de su voz era vibrante, apagado, sombrío, etc., si estaba peinado con raya al medio o hacia atrás, si los retratos y las banderas estaban correctamente ubicadas y así por el estilo.
Lo que dijo o dejó de decir, poco cuenta para el analista político de nuestros días. Solo importa la apariencia, la simpatía o el carisma,...en fin, lo que ya es tradicional en la política, los medios, el pueblo y los políticos argentinos. Los contenidos pasan a planos secundarios.
Y de esta manera, lo que se evalúa es la mesura de un candidato, la "honestidad" del otro, el caudillismo de un tercero, el carisma de un cuarto....¿pero y las ideas?, ¿los principios?, ¿los planes? ¿donde quedan?. El vulgo piensa que no son importantes y en réplica dicen...hay que ser pragmáticos, como si todos los que pasaron por los gobiernos anteriores no lo hubieran sido.
Cuando con mucho esfuerzo logra urgarse un poco en lo ideológico, la gente cree, además, que la estabilidad económica es un logro inconmovible. Ahora, dice, solo hace falta lograr una buena política social, creyendo que lo económico va por un lado y lo social por otro. Este error, otro de los errores comunes a lo largo de décadas, es otro de los factores que desencadenó la crisis argentina.
Lo social, lo económico, lo político son sectores inescindibles. Lo que se haga en uno, indefectiblemente repercute en el otro. Pero largos años de des-educación nos impide verlo.
Si la política argentina pasa por lo coyuntural, sin principios en los que apoyarse, con una Constitución deformada y desfigurada en su esencia y filosofía, tanto en la práctica como en la teoría, el panorama, sin adecuada hoja de ruta, no es otro que el de un rumbo errático, sin brújula, sin guía, donde la suerte de todo un país depende de uno o unos pocos hombres y la masa se desdibuja en un anonimato tal que nos evoca a aquel hombre masa que con tanta agudeza describió don Ortega y Gasset.
Lo grave es confundir esta política con algo parecido al liberalismo que se declama pero no se practica. Donde la puja del poder se da entre los medios masivos de difusión (concentrados en unas pocas manos) y el poder ejecutivo, con la pasividad o connivencia del Congreso. Y donde la mayoría dejar pasar, deja hacer, mirando para otro lado y delegando toda responsabilidad en lo que ocurre.
Son muchos los que creen que porque unos pocos grupos hacen mucho ruido en las calles, la sociedad está disconforme. Pero lo grave es que la sociedad parece estar disconforme con los candidatos, con los personajes, pero no con el sistema. Y el problema que hoy tenemos los argentinos no son los candidatos, ni los personajes de la política nacional, sino precisamente aquello con lo que la mayoría está conforme: el sistema.
Hasta que no cambie el sistema, no podemos albergar muchas esperanzas de cambios positivos por muy buena voluntad que ponga nuestra clase política.
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