¿UN MUNDO LIBERAL O CAPITALISTA?

Por Gabriel Boragina

Es cierto que el 99,99% de los observadores y analistas tipifican de "liberal" el sistema o políticas económicas del mundo actual. Ahora bien, diré que un error, aunque sea defendido por el 100% de la población del mundo no deja de ser un error. Eso es justamente lo que ocurre con lo que el mundo de hoy llama "liberalismo y/o capitalismo".

Recordemos que allá por el siglo XV, en tiempos de Colón, el 99,99% de la población de aquel entonces decía (y creía) que la tierra era plana y tildaron a Colón de loco ("ultra ‘ortodoxo’ químicamente puro de la teoría" de la redondez de la tierra). Pero ya sabemos como siguió la historia. Ese 99,99% de los contemporáneos de Colón estaban equivocados, y Colón (que representaba el 0,00001%) tuvo razón al pensar y decir que la tierra era redonda. Pasó lo mismo con Jesucristo, Galileo, Pasteur, Marconi, Einstein, los viajes a la Luna, etc. Un error sostenido por una mayoría (aunque abrumadora) no se convierte en verdad por ese solo motivo. Que el mundo entero llame "liberalismo y/o capitalismo" a este ensayo socio-economico-político mundial de hoy, es como sostener que la tierra es plana cuando en verdad es redonda.

Yo como liberal no me preocupo de ponerle etiquetas a la gente. Simplemente soy un estudiante que busca la verdad. No se trata de tildar a alguien de "ultra `ortodoxo´ químicamente puro" del liberalismo y/o capitalismo ni del marxismo. En realidad, esas fórmulas y etiquetas no dicen nada. Podríamos discutir años acerca de que es lo que unos y otros entendemos por la expresión "ultra `ortodoxo´ químicamente puro" y no avanzar un centímetro en la búsqueda de la verdad, que, entiendo, es el objetivo. Yo advierto que en casi todos los foros de discusión la gente se encuentra mucho más preocupada por etiquetarse que en debatir sanamente en un ambiente de cordialidad y pacífico intercambio de ideas.

Si en cambio resulta de la mayor importancia ponerle etiquetas a las ideas. Diría que es casi fundamental como para poder entendernos y saber de que estamos hablando. Caso contrario la intercomunicación y el lenguaje sería prácticamente imposible. Al utilizar las palabras es previamente necesario e imprescindible ponernos de acuerdo sobre que significado le damos a cada vocablo que utilizamos, ya que la mayoría de las grandes discrepancias que se suelen observar en las discusiones, vienen dadas por no existir un previo acuerdo acerca de que significan los términos que utilizamos para cada uno de nosotros. Esto normalmente se pierde de vista.

¿Cómo es que dicen que es inaplicable lo que el 99,99% de los observadores y analistas, según la mayoría, consideran que se está aplicando en este momento?.

No haría honor a su inteligencia si el que esto afirma no fundamenta sus afirmaciones. Cuando el detractor me pide explicaciones se las doy. Pero, en general, los críticos del capitalismo jamás tienen la amabilidad de fundamentar en razonamientos concretos por qué consideran inaplicable el liberalismo y/o capitalismo y como se concilia dicha negación con su afirmación de que es el sistema que se está aplicando ahora en el mundo y que coinciden en ello el 99,99% de los analistas. Caso contrario el debate carece de sentido y se transforma en un ejercicio tedioso.

Yo soy realista. Soy economista y abogado y como economista no hablo sino con los números en la mano. Y observen..., la posición del marxista no es similar ¿saben por qué?. No los voy a remitir a la lectura de ninguna obra porque he comprobado que a la mayoría de la gente que conozco no le agrada leer más allá de lo que leyeron, pero el dato es sencillo. Si algún día, por casualidad, se toman el trabajo de leer con mucho detenimiento los escritos de Marx (sobre todo el Manifiesto Comunista de Marx y Engels de 1848) y estudian a fondo sus recetas, y luego estudian las políticas económicas de los países que se citan como "capitalistas", podrán ver que las recetas marxistas fueron aplicadas al pie de la letra en dichos países "capitalistas" en mayor o menor grado. No es lo que decimos los liberales sobre el marxismo. Es lo que dice el propio Marx sobre lo que debía hacerse. Y se hizo..., y se hace. Marx no ha muerto, ha sido remozado, maquillado, aggiornado, modernizado. Ya no se lo nombra, pero su espíritu vive entre nosotros.

Examinen los diez puntos del Manifiesto Comunista y díganme si encuentran alguno que no se haya aplicado en los países comunistas y/o de los llamados "capitalistas". Me tomé ese trabajo, amigos. Los diez puntos del Manifiesto se aplicaron exactamente como Marx los trazó...al pie de la letra y a ultranza. Y aun se sigue haciéndolo en países como EE.UU.

Las realidades que a todos nos gustan (a mi también) se traducen en números. Yo como economista me manejo con números. Y los números avalan mis dichos y los de mis maestros. El marxismo se aplicó al pie de la letra siguiendo la hoja de ruta que Marx y Engels trazaron. Y no solamente en los países detrás de la cortina de hierro. Hoy vemos los célebres diez puntos del Manifiesto aplicados con excesivo celo en Europa y EE.UU.. Nada que decir sobre Latinoamérica. Lo que irónicamente se sigue llamando, ya sin sentido, el mundo libre.

La realidad capitalista dice que ningún otro sistema que no haya sido el capitalismo fabricó más licuadoras, batidoras, lavarropas, televisores, radios, refrigeradoras, teléfonos, barcos, aviones, computadoras, hospitales, viviendas, edificios, alimentos, abrigos y ropas, etc., que no haya sido el capitalismo. Eso dicen los números. Podemos discutir hasta el hartazgo y sin ponernos de acuerdo, si la gente es más feliz hoy que antaño con todos esos modernos inventos capitalistas. El problema de la felicidad o infelicidad de determinada persona es un problema personal de la persona en cuestión. Son muchos los ricos que se encuentran infelices en medio de sus enormes posesiones y muchos los pobres que son sumamente felices con su escasez de bienes materiales. Esto no es un punto que ocupe al capitalismo sino a la psicología del individuo. La felicidad no depende de lo material. Lo que ocupa al capitalismo es su misión de proveer ea la gente de bienes materiales. No es misión del capitalismo, en síntesis hacer a la gente más o menos felices, ya que nadie es más soberano que el individuo en materia de su propia felicidad. Es en el individuo en quien reside la ultima decisión. De allí que nada impide al multimillonario suicidarse en medio de su infelicidad tanto como al pobre más pobre en medio de su miseria. No es la abundancia ni la escasez de bienes lo que hace que la gente viva más o menos feliz. Si es la abundancia o la escasez de bienes lo que permite que la gente cubra en mayor o menor medida sus necesidades materiales.

De esto precisamente se ocupa el capitalismo, siendo su misión esencial cubrir las necesidades materiales de la gente. Si se es feliz con mucho o con poco no es cuestión ni responsabilidad del capitalismo. Es un problema estricto de la persona.

La realidad indica que si la gente no hubiera querido esos inventos capitalistas, tales inventos no se hubieran inventado ni fabricado porque no tendrían demanda. Pero la gente demanda esas cosas, las quiere, las precisa y por eso el capitalismo se la da. La gente está dispuesta a gastar en esas cosas que el capitalismo ha inventado y les ofrece. Nadie va a una tienda a comprar nada a punta de pistola. Todos queremos cosas buenas y mejores materiales. Esas cosas buenas y mejores materiales solo el capitalismo las ha dado y solo el capitalismo puede seguir dándolas. Al comprarlas preferimos despojarnos de nuestro dinero por esas cosas, ya que valoramos más esos beneficios que nos prestarán esos bienes adquiridos que el dinero que poseemos y porque en esencia comprendemos que el dinero no es otra cosa más que un medio de cambio para comprar lo que realmente necesitamos que son bienes y servicios. Esa es la esencia del capitalismo, la democracia del mercado, la soberanía del consumidor son su norte. Solo la prepotencia del burócrata quiere reemplazar esa soberanía del consumidor, del hombre común, del asalariado, por su propia soberanía, la del déspota.

La misión del burócrata en las sociedades totalitarias (socialdemócratas, socialistas, comunistas, fascistas, anarquistas, nazistas, etc.) es justamente dictarle a la gente que es lo que le conviene a esa gente. Se parte de la premisa de que el votante (si es que se lo deja votar) solamente tiene discernimiento en el momento que ingresa al cuarto oscuro y hasta el instante que deposita su sufragio en la urna electoral. A partir de ese preciso momento el burócrata, el dirigista, supone que el individuo se convierte en un perfecto estúpido, especie de retardado mental que ya no sabe que es lo más conveniente para él. El burócrata supone que a partir de ese momento lo único que puede salvar al individuo es el paternalismo estatal mediante el cual se le dice al individuo qué producto o servicio le conviene más y donde debe ir a comprarlo, cuándo y cuánto debe gastar en el mismo. También supone el burócrata que si el estado paternalista no le indica al individuo donde tiene enviar sus niños a la escuela los padres nunca podrían saberlo por si. Y así, en cada detalle de la vida cotidiana, el estado se va convirtiendo en socialista, donde los individuos, casi sin darse cuenta y en muchos casos con el mayor de los beneplácitos, ceden su soberanía a favor del estado burocrático.

Mediante el cobro de impuestos que no van a ser destinados a defensa, justicia y seguridad (únicas funciones del estado en una sociedad estrictamente liberal) el burócrata paternalista, dictador en potencia o en acto, maneja los fondos ganados en forma honesta por los privados, para ser destinados a los cometidos que, en el sólo, único y supremo criterio del burócrata (o comité de burócratas, lo mismo da) son los mejores para el resto de la sociedad. Una mente tan humana como la nuestra pensando por la de todos nosotros. Esta era la fatal arrogancia de la que hablaba el profesor Hayek.

El verdadero problema reside cuando creemos que esto es bueno. Y casi todos nuestros contemporáneos están casi convencidos que deben conferirse poderes dictatoriales a uno o un grupo de iluminados que estarán en mucho mejores condiciones que nosotros para decirnos como y cuando debemos gastar nuestro dinero y también dónde hacerlo.

Creo que la Escuela Austríaca de Economía ha hecho muy bien en tratar difundir el liberalismo y/o capitalismo en el mundo, aunque ha fracasado a mi juicio, ya que muy pocos son los que alguna vez han oído hablar algo de ella. Y de los que oyeron, muy pocos los que comprendieron. Creo que ha hecho muy bien en formar jóvenes talentosos y "ortodoxos" (la palabra "ortodoxo" como la palabra "fundamentalismo" -de moda en mi país, término equivalente al "radicales" de otros- no son expresiones apropiadas. Son metáforas tomadas de la religión, que significan cosas muy distintas en otras disciplinas. "Ortodoxo" es quien se aferra a un dogma. El liberalismo y/o capitalismo no es un dogma, es una filosofía en evolución. Por lo tanto en ella no puede hablarse de "ortodoxos" ni de fundamentalistas. Sería una contradicción en términos.)

Y en relación con aquellos que se proclaman, se dicen y son conocidos como liberales pero rinden culto al estatismo o prácticas reñidas con la democracia, es claro que su conducta es reprochable desde un punto de vista estrictamente liberal. Pero aun de acuerdo en este punto, todo esto es como condenar a la Iglesia porque hay sacerdotes que son profanos y pecadores públicos. Hay que diferenciar. Alguien puede honradamente seguir siendo cristiano y católico apostólico romano por más que conozca la historia negra de la Iglesia en el pasado con sus inquisiciones, persecuciones, hogueras públicas para los herejes y los escándalos del Vaticano en el pasado remoto y reciente. Y, en mi caso particular, seguiré siendo liberal aunque muchos que así se tildan y son conocidos públicamente no lo sean, hasta que alguno de mis lectores me convenza de mi error (uno de los motivos por los cuales estoy en Internet y hago públicas mis ideas). Por eso es un error tildarme de "ortodoxo" o "fundamentalista", "radical" o "fanático" como habitualmente se me presenta. Y no soy ortodoxo, soy flexible. Si me convencen, no tengo problema alguno en hacerme partidario de una mejor ideología. Pero no voy a dejar de ser liberal y/o capitalista por el solo argumento de que la mayoría (o el 99,99%) no lo es o no participa de mis ideas, porque ese no es un argumento.

Bibliografía

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